Ayer
tuve la alegría de compartir una lectura de poesía con Susana
Arévalo, Elena Annibali y Ceferino Lisboa. Fue la apertura del
Espacio Poesía, una muy buena propuesta de la Feria del Libro que
coordinan con esfuerzo y a la vez delicadeza los poetas Carolina
Muscará, Sebastián Pons, Leandro Calle y Guillermo Bawden.
Cualquiera
que vea la programación de este nuevo espacio verá que es plural,
inclusiva de distintas estéticas, generaciones y
procedencias/pertenencias dentro de nuestro ya muy diverso presente
literario.
Sin
embargo, no todo está planteado de esta manera en nuestra feria. El
jueves 6 de setiembre quise acompañar a mi amigo Alejo Carbonell a
recibir el Premio Alberto Burnichon al libro mejor editado en Córdoba
en el año. La cita era en el mismo acto de inauguración. Pero me
esperaba una sorpresa: el acto no era con entrada libre, sino por
invitación, de modo que no pude entrar. Frente al Teatro Real la
calle estaba vallada, y el ingreso al teatro controlado incluso por
policías. ¿Cómo puede la feria del libro de nuestra ciudad
comenzar con un acto cerrado, de ingreso discrecional? ¿Por qué hay
que designar invitados, cuál es el criterio para hacerlo, y por qué
no es público ese criterio? ¿Quién tiene el derecho de hacerlo, y
en virtud de qué? Y otra pregunta: quienes se arrogaron ese derecho,
¿contestarán estas preguntas, con honestidad y para todos?
Naturalmente,
para quienes nos dedicamos a escribir, traducir y editar libros,
nuestra feria es un ámbito de enorme importancia, y el Premio
Burnichon un momento especial en nuestro año de trabajo, de alguna
manera una alegría para todos. Una alegría que no todos pudimos
compartir. Por cierto, no afirmo esto como escritor o editor, no creo
que por eso tenga que invitárseme: pienso que cualquier persona
tiene el derecho de asistir a la inauguración de nuestra feria del
libro.
Supe
más tarde que el teatro no estuvo de ninguna manera colmado. Supe
también que nada se dijo sobre Alberto Burnichon. Una persona tan
valiosa, un faro en la edición hecha en Córdoba. Un editor valiente
de libros exquisitos, que fue asesinado en la última dictadura, y
sobre cuya memoria este premio debería agregar trazos año a año.
Sin embargo, como señaló en estos días el poeta Alexis Comamala
(www.peladoconpolera.blogspot.com.ar, 7/9/12), nada se dijo sobre él,
ni sobre Juan Maldonado o Julio Castellanos, que recibieron el nuevo
premio que lleva el nombre de Romilio y Glauce. Todas personas
imprescindibles para la historia de nuestros libros. Maestros, a
quienes tanto debemos escritores y editores, funcionarios y lectores.
Antes
de leer mis poemas, fue de esta indignación que hablé en la
apertura del Espacio Poesía. Dos de sus organizadores, Leandro Calle
y Guillermo Bawden, me pidieron que apuntara estas ideas y las
enviara a este sitio, para compartirlas, para discutirlas, para hacer
público lo que tanto cuesta hacer público.
Gastón
Sironi